Etapa 4: Cerca de Tiznit-Playa Blanca
Etapa anterior: Etapa 3: Assilah-agadir-Cerca de Tiznit
Cuando estás acampado, lo normal es madrugar mucho. Más o menos a la hora a la que sale el sol.
Cuando estás acampado, lo normal es madrugar mucho. Más o menos a la hora a la que sale el sol.
Hoy el cielo está parcialmente cubierto. La temperatura es agradable. Iniciamos la ruta de hoy por unas pistas paralelas a los acantilados.
Llegamos a Sidi Ifni, antigua ciudad española en Marruecos. Paramos para repostar en la gasolinera que está casi enfrente de donde un día estuvo el despacho de billetes de Iberia.
Rodeando la explanada del antiguo aeropuerto, del cual aún se conservan las torres de control, llegamos a las instalaciones del teleférico abandonado. Servía para cargar y descargar los barcos que llegaban al puerto y que no podían acceder a éste por su escaso calado. Se trataba de unas barquillas motorizadas con asientos para llevar personas y de las cuales se colgaba la carga que tuvieran que transportar en la parte inferior.
Al poco tiempo de salir los españoles de allí, Marruecos abandonó el teleférico y el transcurso del tiempo ha hecho el resto. Hoy día, el gobierno está ampliando el puerto para dar cabida a barcos grandes.
Después de la visita turística, seguimos camino por la carretera. Según vamos yendo más al sur del país, los Toyotas van dando paso a los Santanas, algunos con curiosas cargas como éste.
Seguimos por carretera y por pistas. Algunas muy arregladas y otras no.
Alguna de las pistas nos acerca al mar, por zonas muy pedregosas. Vemos los primeros restos de naufragios.
Toda la costa está llena de estos restos. Algunos más grandes y otros menos, y algunos se ven desde la costa.
Estas pistas nos llevan a poblados de pescadores, nos meten hacia las playas o nos alejan de ellas para subir a los acantilados.
Aquí paramos a comer, que ya es la hora. Y después de comer seguimos hacia Playa Blanca.
El acceso a la misma no es de lo mejor que hay.
Gus y Reyes se adelantan para comprobar el estado de la arena. Se supone que hemos calculado la hora de llegada para que coincida con la marea baja. Eso quiere decir que la arena debería de estar lo suficientemente dura como para permitirnos circular por ella.
Y efectivamente, lo está. Así que bajamos todos los demás.
Una vez aquí abajo, hacemos un pequeño trecho y paramos. Algunos se dan un baño.
Estamos haciendo algo que poca gente puede hacer, meter los coches en la playa. La sensación de conducir por esta arena es indescriptible. Se nota, evidentemente, que el coche no es tan estable como en la carretera, pero la arena completamente lisa y la total ausencia de baches invitan a pisar el acelerador.
Foto de grupo de rigor, y ante nosotros se abre la playa completa. Más de 20 kilómetros de largo y entre 150 y 200 metros de ancho.
Alguna de las pistas nos acerca al mar, por zonas muy pedregosas. Vemos los primeros restos de naufragios.
Toda la costa está llena de estos restos. Algunos más grandes y otros menos, y algunos se ven desde la costa.
Estas pistas nos llevan a poblados de pescadores, nos meten hacia las playas o nos alejan de ellas para subir a los acantilados.
Aquí paramos a comer, que ya es la hora. Y después de comer seguimos hacia Playa Blanca.
El acceso a la misma no es de lo mejor que hay.
Gus y Reyes se adelantan para comprobar el estado de la arena. Se supone que hemos calculado la hora de llegada para que coincida con la marea baja. Eso quiere decir que la arena debería de estar lo suficientemente dura como para permitirnos circular por ella.
Y efectivamente, lo está. Así que bajamos todos los demás.
Una vez aquí abajo, hacemos un pequeño trecho y paramos. Algunos se dan un baño.
Estamos haciendo algo que poca gente puede hacer, meter los coches en la playa. La sensación de conducir por esta arena es indescriptible. Se nota, evidentemente, que el coche no es tan estable como en la carretera, pero la arena completamente lisa y la total ausencia de baches invitan a pisar el acelerador.
Foto de grupo de rigor, y ante nosotros se abre la playa completa. Más de 20 kilómetros de largo y entre 150 y 200 metros de ancho.
Estamos tan emocionados conduciendo por aquí que nos pasamos la salida de la playa en unos 5 ó 6 kilómetros y tenemos que dar la vuelta. Estamos haciendo algo que pocos occidentales pueden hacer hoy día. Hemos marcado el punto de acampada en la desembocadura del oued Aoreora. Es un río de arena que está siempre seco, excepto cuando llueve. Pero no hay peligro ahora porque la previsión es de muy buen tiempo. Justo en la entrada al oued hay un hueso de ballena.
Como ya hemos casi llegado al sitio de la acampada y es pronto, aprovecho para darme un baño en el Atlántico. La temperatura del agua es muy agradable.
Sin más, vamos al sitio marcado. Montamos las tiendas de campaña y nos entretenemos por allí con cualquier cosa: subiendo por la arena de los laterales del oued, colocando cosas en los maleteros...
Gus había llamado a unos pescadores de la zona que nos prepararon pescado a la brasa para cenar. Además, ese día era el cumpleaños de Georgina, y para celebrarlo se trajo unas garrafas de ron cremat para celebrarlo.
Después de la celebración, todos a dormir.
Esa noche, contra todo pronóstico, llovió algo, muy poco, cuatro gotas literalmente. Lo suficiente como para que alguien se despertara sobresaltado por la noche, especialmente los que decidieron dormir al raso.
Siguiente etapa: Etapa 5: Playa Blanca-El Aaiún