Etapa 10: Tata-Erg Chegaga


Hoy no hace falta madrugar tanto. Tras desayunar en el hotel, nos ponemos en marcha. Toca algo de carretera.

Aunque ayer estuvimos en una zona un poco más húmeda, pronto el paisaje se vuelve desértico otra vez.

Llegamos a una zona un poco trialera, con rocas y algo de arena, que tenemos que pasar para poder seguir la ruta. Y paramos a descansar y tomar algo rápido.



Continuamos el camino dirección al Lago Iriki, que está seco.


Más espejismos.

En una breve parada, al volver a arrancar, el coche de Ikutz se niega a ponerse en marcha. Un grupo se queda con él para ver si pueden solucionar la avería y los demás seguimos un poco más, hasta que encontramos un sitio en alto para comer. No hay ninguna sombra y nos tenemos que refugiar debajo de los toldos, lo que hace que la sensación térmica aumente. Debe haber 38-40 grados y no corre casi nada de aire. Y el poco que lo hace, parece que sea la salida de un secador de pelo. Mark, que no ha seguido muy bien los consejos de Reyes de mantenernos constantemente hidratados, empieza a sufrir los efectos de una deshidratación por calor. Rápidamente, Mila le prepara una botella de suero con agua fría y le obligamos a bebérsela casi de un trago. En pocos minutos se va recuperando tras el susto.

Mientras tanto, hemos estado hablando por las emisoras con Ikutz y los que se han quedado atrás, dándoles pistas de cómo solucionar la avería, pero no consiguen arreglarla. Toman la decisión de irse a algún taller a intentar reparar allí, llevándose a Ikutz remolcado. Luego nos enteramos que, tras diversos avatares, el coche acabó en el taller oficial de Land Rover en Marrakech, donde tampoco supieron arreglarlo, y se devolvió el coche a España en grúa.

La pista que seguimos nos lleva de lleno a un control militar. Los soldados que hay allí nos paran y no nos dejan continuar por la pista prevista hasta que no tengan confirmación por parte del mando responsable, a quien le preguntan por radio. La respuesta el clara: no se puede pasar. Intentamos negociar con ellos para que nos dejen pasar, y la respuesta sigue siendo no. Finalmente, nos indican que continuemos en la misma dirección que llevamos por una pista paralela, algo más alejada de la frontera argelina, por la que, según ellos, se corría el Paris-Dakar.

Inicialmente les hacemos caso, pero nada más rodear la montaña, cambiamos de dirección y vamos a la ruta prevista. No nos damos cuenta de que nos están vigilando y no tardan en enviar a dos coches a cortarnos el paso. Muy tajantemente, nos redirigen a la pista que nos habían indicado, y una vez allí, se despiden muy amable y educadamente, como si no hubiera pasado nada.

Nos fuimos acercando al Erg Chegaga, y la arena se iba haciendo presente con cada vez más frecuencia. Un erg es lo que todos conocemos como desierto, por lo que sale en las películas. Son esos lugares llenos de arena y dunas. Con la llegada de la arena, llegan las primeras complicaciones para algunos.

A ratos, el paisaje se parece al paisaje lunar.

Antes de entrar en la arena de verdad, Reyes nos da unas pequeñas indicaciones a los que no tenemos ni idea de conducir por aquí. La arena puede ser muy traicionera, y en la primera duna que intentamos pasar, de poco más de tres metros de alto, meto la pata hasta el fondo y hago lo contrario de lo que hay que hacer. Tras ese momento de tensión y de salir de allí, Reyes se viene conmigo y me da una clase práctica.

Tras eso, seguimos el rumbo marcado para entrar en uno de los tres grandes ergs de Marruecos.

El punto de acampada está marcado en el interior de un circo de dunas. Aunque éstas se muevan con el viento, realmente ese movimiento es muy lento y prácticamente inapreciable.

Y allí, en el fondo de esa "olla", hacemos la acampada.

Siguiente etapa: Etapa 11: Erg Chegaga-Zagora